Día de la Soberanía Nacional: sangre, cruz y valentía
El Día de la Soberanía Nacional, que conmemora la Batalla de la Vuelta de Obligado de 1845, no es un mero recuerdo protocolario...
HISTORIAPOLÍTICARELIGIÓN
Juan José Alonso
11/19/20253 min read


Día de la Soberanía Nacional: sangre, cruz y valentía
El Día de la Soberanía Nacional, que conmemora la Batalla de la Vuelta de Obligado de 1845, no es un mero recuerdo protocolario, sino una celebración de la voluntad inquebrantable de la Patria. Esta fecha debe leerse como un acto de sacrificio y fidelidad, incluso ante la mayor adversidad. Se trató de una invasión de las dos potencias más fuertes de la época, debe imaginarse una valiente resistencia contra casi cien buques estadounidenses y rusos, al día de hoy.
Para Antonio Caponnetto, la soberanía no es un concepto político abstracto, sino una realidad que se conquista y se sella con la entrega de la vida. El 20 de noviembre simboliza esta verdad profunda.
No se trata de un simple patriotismo civil, sino de una vocación trascendente. La defensa de la Nación, vista a través de este prisma, es una virtud teologal y un acto de piedad. De allí la definición del autor de que "no hay redención sin sangre ni soberanía sin sacrificio". La gesta de Obligado, donde los defensores se dispusieron a morir antes que ceder el paso franco a los invasores, es la demostración histórica de que "dar la vida por la Patria es la más cumplida imitación del sacrificio de la Cruz". Esta visión dota a la Batalla de una dimensión épica y espiritual ineludible.
El espíritu que debe perdurar en la conciencia nacional es el de la resistencia incondicional. La Vuelta de Obligado nos enseña que, incluso ante la superioridad tecnológica y militar de las potencias mundiales, el coraje y la voluntad férrea de un pueblo pueden forzar la dignidad. La lección fundamental es la de "no rendirse sino batirse", una consigna de honor que se opone a cualquier forma de claudicación diplomática o rendición económica. La Patria, entendida como una herencia moral y territorial, debe ser defendida con firmeza.
En este marco la figura de Juan Manuel de Rosas es central. Rosas es el Restaurador de las Leyes y el máximo garante de la soberanía nacional frente a las potencias del momento. Es un baluarte que ya desde 1833 combatía diplomáticamente con los invasores británicos que habían usurpado nuestras islas del Atlántico Sur y expulsado a nuestros compatriotas.
La decisión de encadenar el Paraná no fue solo una táctica militar, sino un acto de afirmación soberana que sentó un precedente continental. Se destaca que, a pesar de la derrota táctica, Rosas obtuvo una victoria política y moral al obligar finalmente a las potencias a negociar la paz y a desagraviar el pabellón de la Confederación Argentina.
Caponnetto critica directamente a los sectores liberales de la época, que eran vistos como colaboradores o, al menos, como facilitadores de la agresión extranjera. Considera que el liberalismo, tanto entonces como ahora, tiende a la entrega del patrimonio nacional y la soberanía económica bajo la excusa del "progreso" o la "integración global". El Restaurador de la ley, al exigir y conseguir el desagravio y la paz sin sumisión, demostró cómo la Nación debe prepararse en el plano diplomático y militar para preservar su autonomía frente a los intereses foráneos.
El 20 de noviembre, bajo esta lectura, deja de ser un hecho del pasado para convertirse en una advertencia y un faro para el presente.
La efeméride debe servir para mantener una alerta permanente ante cualquier forma de agresión, sea esta militar, económica, o cultural. Caponnetto advierte que los intereses imperialistas que buscaron la "libre navegación de los ríos" en 1845 son los mismos que hoy impulsan la disolución de la identidad y la entrega de los recursos.
La lección final de Vuelta de Obligado es la defensa de una identidad. No se trata solo de territorio, sino de la conservación de la Patria Católica frente al avance de ideologías que buscan desmantelar el ser nacional y su herencia hispana. La conmemoración es, por lo tanto, un llamamiento a la firmeza moral y política, un mandato para que los argentinos de hoy no olviden que la sangre derramada en el Paraná hace 178 años es el fundamento innegociable de la soberanía actual.
Juan José Alonso (Abogado).


